Barak Obama ha rechazado la propuesta de su homólogo francés, François Hollande, de que la oposición siria forme un gobierno provisional. Hizo lo mismo con la petición de Turquía de que la OTAN castigara a Assad por el derribo de su avión. Tampoco las imágenes de masacre de los sirios que hacen de propaganda de guerra y reclutan a la opinión pública para un ataque militar “libertador” han cambiado la postura relajada del presidente de EEUU, que no piensa equipar, de momento, a los rebeldes con armas pesadas. Parece que no le interesa una transición rápida. Aplica el “no al ataque” también en el caso de Irán, resistiéndose a la presión de Israel. ¿Esconde un as bajo la manga?
La clave puede estar en la confirmación iraní de estar enviando militares a Siria para luchar del lado de Bashar al-Assad. Intentará evitar la caída de su aliado y si no lo consigue, tener voz en el futuro del país. Aunque EEUU-Israel ahora le acusen de terrorismo y ser cómplice en los crímenes que se comete en Siria, en realidad se mueren de alegría: Irán ha caído en la trampa. Estará involucrada en una guerra prolongada de desgaste en Siria que hará innecesaria una agresión militar a ninguno de los dos países.
El hecho de que Washington haya delegado el trabajo sucio en los países ‘musulmanes’ de la región –Turquía y las petromonarquías-, pulveriza la teoría del “choque de civilizaciones”, según la cual los musulmanes se han unido en bloque para perturbar la paz a la civilización cristiana. ¡Tantos años preparándose Siria para evitar un ataque israelí y los que vienen a destruirle son Turquía y Arabia! La nueva ronda de “¡Que se maten entre ellos!” en Oriente Medio cae como agua de mayo sobre Israel, muy nervioso por las rebeliones populares sucedidos en este enclave del mundo.
La crisis siria está al servicio del plan de EEUU para un Nuevo Oriente Medio, debilitando la influencia de ruso-china en el ésta región y el Mediterráneo: cambiará su mapa político e incluso geográfico, gracias a la militarización de las protestas democráticas, y la introducción del factor religioso-étnico, lo cual hará traspasar las fronteras de un conflicto, hasta ahora nacional, involucrando a los vecinos para que aparente una guerra regional. Todo ello sin mancharse las manos. Además, una guerra progresiva en fases no asustaría a los mercados de petróleo.
Impacto de la crisis en la región
Aumenta de forma peligrosa la amenaza de una guerra con Irán. A las presiones de la Agencia atómica de la ONU que exige a Irán transparencia y el uso del torio en sus reactores nucleares en vez de uranio, se añade ahora el enfrentamiento con Turquía, las monarquías del Golfo Pérsico, Egipto, EEUU, Europa e Israel por el asunto sirio.
Turquía ha frenado en su pulso con Israel por la hegemonista regional. Hace dos años un Tayyip Erdogan se acercaba a Rusia, se alejaba de la Unión Europea, presumía tener paz en casa, una economía con un 8% de crecimiento y ser un actor influyente internacional. Ahora el deterioro de su relación comercial con Rusia, Irak y la propia Siria ha perturbado su mercado, sus kurdos regresan a la lucha armada mientras amenaza enviar tropas a Siria para impedir una autonomía kurda. Una Turquía debilitada permanecerá en la órbita del occidente y no se le ocurrirá mandar flotillas a Palestina.
Irak, cuyo presente es el futuro que le espera a Siria, ve cómo su milicia kurda (con fuertes vínculos con Israel), impide que el ejército iraquí se instale en la porosa frontera con Siria, por donde entran –camuflados entre los refugiados- terroristas que con sus bombas matan a diario a un centenar de civiles.
Arabia, por su parte, intenta que los suníes recuperen el gobierno, hoy en manos chiíes, por el pacto entre Washington-Teherán. Bagdad pierde el Kurdistan –bañado en petróleo-, e Irak se va desintegrando.
Palestina pierde a su gran protector. Israel hará todo lo posible para que en septiembre la petición de Mahmud Abbas en la ONU para reconocer al Estado Palestino, se archive.
En Jordania el rey Abdalá se enfrenta a una población que exige reformas, las tribus que piden más poder, y una Arabia Saudí que le empuja a participar en la pinza contra Damasco. En el mes de mayo, Jordania fue el escenario de una de las maniobras militares más grandes organizada en Oriente Medio. El Comando de Operaciones Especiales de EE.UU., que dirigió a 12.000 soldados de 19 la llamó “Eager Lion” (León ávido). Asad en árabe significa León. Amman que defendió a los Hermanos Musulmanes de Siria en los 80, ahora los tiene como la primera fuerza de la oposición. Por otro lado, miles de refugiados palestinos llegados de Siria, se añaden a cientos de miles que años atrás llegaron de Israel, y luego de Kuwait e Irak, cambiando la composición demográfica del país, con todo lo que conlleva.
Líbano ya sufre la batalla entre las facciones pro y anti-sirios. El fin del frágil equilibrio sectario de la política libanesa, conseguido tras 15 años de guerra civil, también puede borrar la frontera entre ambos países cuando los suníes y los chiíes de ambos lados se unan. La caída de Assad debilitará a Hezbollah y aumentará el peso de los islamistas suníes.
EEUU con esta estrategia impide la emergencia de países potencialmente fuertes como Irán, Arabia o Turquía, agudiza la división interárabe e intermusulmana; agita las tensiones internas en cada estado y abre espacio al crecimiento de las fuerzas de derecha reaccionaria en cada uno, arrinconando a los partidos progresistas.
Nadie le acusará de la carnicería que ha organizado para promover los cambios geopolíticos.