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Autocrítica por Alonso Trujillo-Mora

Subido el 06/06/2013

 Me arrepiento amargamente de haber consentido en su día el ingreso de Curbelo en el PSOE.

Esto sucedió en los primeros meses del año 1983, vísperas de las elecciones celebradas en Mayo de ese año a Cabildos, Ayuntamientos y Parlamento de Canarias. En aquel tiempo, Erasmo Armas era el secretario general insular del partido y yo el secretario de organización y coordinado de la campaña electoral.

Erasmo albergaba fundadas reservas morales en cuanto a la conveniencia de admitir a Curbelo en el partido y llevarlo en la cabecera de la candidatura municipal al Ayuntamiento de San Sebastian de la Gomera; y así me lo expuso. Recién llegado de Madrid donde ejercía la Abogacía, no conocía a Curbelo; y a las objeciones de Erasmo no les concedí en aquel momento la importancia que en realidad tenían. Craso error, por el que pido con humildad clemencia y comprensión: a Erasmo, post mortem, en primer lugar-que razón tenía-; en segundo termino, a mis paisanos en general, por los daños morales y materiales que con mi omisión, abstención, indiferencia, negligencia e ingenuidad, indirectamente les haya podido ocasionar.

Me refiero a ese engendro de la política nefanda y corrupta que durante treinta años ha gestionado políticamente y ha administrado los intereses insulares: el presidente del cacicato institucional implantado en el Cabildo insular. El de la infamia y el de la vergüenza; el delincuente; el mafioso; el putañero; el pendenciero; el tramposo; el sepulturero; el depredador de lo publico; la basura política; Casimiro Curbelo y sus consecuencias ( Mª . Antonia Iglesias te aguarda TV.5; programa “La Noria”).

La mayoría cualificada de los dirigentes socialistas en cargos públicos u orgánicos de la Gomera, si atendemos a las actuales circunstancias políticas y judiciales, con su permisividad y connivencia, cuando no su complicidad, son una cuadrilla de golfos redomados; indigno; despreciables e inmorales. Serviles; castrados, medradores; paniaguados; secuaces; pesebristas y aprovechados. Deméritos; incapaces; ineptos; prostituidos. Enchufados; vagos; cómplices; maleantes y ladrones.

Hay pruebas de todo; a la “Exceptio Veritatis” apelo y me acojo. Han convertido la Isla en la Sicilia de Canarias. Que mis amigos disculpen mi iracundia explicitada en esta diatriba. Hay veces, cuando trato asuntos de corrupción pública que pierdo hasta los estribos, con esta cabalgada por el infierno. Invoco a Jesús de Nazaret, también perdió su divina paciencia azotando a los mercaderes del Templo.
Sufrí prisión y procesamiento por mis ideas en el tribunal político de la Dictadura de Franco, el Tribunal de Orden Público. Después de veintidós años de militancia abandone el Partido Socialista por motivos éticos; en el año del Señor de mil novecientos noventa y cuatro. Me percaté de que los primeros indicios y rumores de la corrupción pública de los socialistas en la Gomera estaban fundados y eran veraces. Otro error más por mi parte, debí plantear la batalla dialéctica contra la corrupción en el seno y desde dentro del partido. Imposible, me encontraba en una posición de extrema debilidad orgánica como militante; condenado por mis críticas internas a la marginalidad y al ostracismo. El secretario de organización Julio Cruz Hernández, compinchado con Curbelo, se encargó de que no se me convocara, ni me comunicaran o invitaran a los actos y asambleas orgánicas del partido, para obligarme al abandono. Resultaba ser un militante inquisidor, incomodo, díscolo e intransigente con cualquier indicio de corrupción endógena o exógena que invadiera o se expandiera desde el partido. El Aparato me paso la factura en diferido, por negarme a falsear y ocultar la verdad ante la Comisión Parlamentaria de investigación sobre los hechos que sucedieron en el incendio de Septiembre de 1984, donde se carbonizaron veinte personas.

Esta es mi auto crítica y mi crítica, a todos los efectos. Con muchos errores, pero con valor y sin cobardía; de buena fé; con la ética y la verdad como estandarte. He perdido mucho tiempo y energías, y algunas batallas dialécticas; pero la guerra aún no ha concluido.

 

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