El Parque Nacional de Garajonay cumple 25 años, una minucia para una realidad natural que lleva muchos millones de años evolucionando pero un periodo de tiempo ya importante para una realidad humana en un mundo trepidante. Aunque durante todo este tiempo el Parque raramente ha sido protagonista destacado en las crónicas de los medios de comunicación, con la excepción del fatal incendio del año 1984, que ostenta el doloroso record de personas fallecidas en la historia de los incendios forestales en nuestro país, en este cuarto de siglo han sucedido muchas cosas en este Espacio que por el hecho de no haberse hecho visibles al gran público no han dejado de suceder.
Creemos y reivindicamos que aquí se han hecho importantes contribuciones reales y sustanciales a la conservación de la naturaleza en Canarias y en España que merecen ser tenidas en cuenta. Estas bodas de plata de compromiso con la conservación y con la sociedad quizás sean una buena ocasión para echar la vista atrás, situarnos en el punto de partida, examinar el camino recorrido, hacer balance, y vislumbrar hacia donde vamos.
La laurisilva canaria, un ecosistema singular, frágil y amenazado.
Los valores que justificaron la creación de un Parque Nacional en las cumbres de la isla de La Gomera en el año 1981 están relacionados en buena medida con las singularidades de sus bosques, conocidos en el ámbito científico como laurisilva canaria, un tipo de ecosistema único en el ámbito mundial. Para mejor situarnos y reconocer la sustancia y trascendencia de este ecosistema es conveniente retroceder a sus orígenes. Ciertamente la laurisilva macaronésica es un ecosistema único porque en parte es un fósil viviente, una reliquia de los bosques que hace millones de años poblaban buena parte del sur de Europa y norte de África y que los profundos cambios climáticos operados en la Tierra lo llevaron a la extinción en las masas continentales. Tan solo en la bonanza climática de los Archipiélagos de la Macaronesia, Azores, Madeira y Canarias, amparados por la estabilidad climática que proporciona la gran masa oceánica que las rodea, pudieron sobrevivir residuos de esta gran extinción.
Pero aunque este carácter de reliquia es un valor sobresaliente de este ecosistema, también lo es el hecho de ser un autentico “ejemplo de libro” de lo que es un ecosistema insular, singularmente por la abundancia extraordinaria de elementos endémicos de flora y fauna presentes, que dentro del ámbito geopolítico de Europa destaca de manera sobresaliente por alcanzar con diferencia las cifras más elevadas, a pesar de lo restringido de su distribución. Otras características reseñables relacionadas con su carácter insular son los magníficos ejemplos que proporciona de fenómenos de radiación adaptativa, por los cuales a partir de un ancestro común originario del continente se producen por evolución nuevas especies que no obstante mantienen en común un “aire de familia” ó la presencia de formas de vida de acusadísima personalidad, como son, por ejemplo, la existencia de gigantismo ó de leñosidad en géneros que en el continente están representados por pequeñas hierbas. Todo ello nos lo muestra la laurisilva con suma claridad, lo que la convierte en un libro abierto sobre las peculiaridades de la evolución en islas que nos ayudan a explicar la fascinación del mundo científico por los pequeños mundos insulares y que en su momento mostraron las claves para la elaboración de la teorías modernas sobre el origen y la evolución de las especies.
En el caso de las Islas Canarias el ecosistema de laurisilva presenta unas características propias que lo diferencian de las manifestaciones presentes en otros Archipiélagos macaronesicos.
La laurisilva canaria es una formación forestal siempre verde que precisa para su existencia de unas particulares condiciones ambientales con elevada exigencia de humedad y temperaturas templadas y estables a lo largo del año. Estas condiciones no se prodigan en el Archipiélago que se caracteriza por el predominio de ambientes áridos ó semiáridos. Tan solo en las montañosas vertientes orientadas al norte de las islas occidentales, a lo largo de estrechas franjas altitudinales, generalmente entre los 600 y los 1200 m aproximadamente, como consecuencia de la condensación de las masas de aire oceánicas cargadas de humedad tiene lugar una zona de nieblas frecuentes, donde este bosque fascinante manifiesta de lleno su capacidad para atrapar la carga de humedad ambiental y donde encuentra un ambiente propicio para su existencia. De este modo, se estima que el hábitat potencial de la laurisilva canaria apenas ocuparía en torno a las 90000 Has, es decir menos de la octava parte de la superficie del Archipiélago.
Con la arribada de los antiguos canarios a las islas y sobre todo a partir de la colonización europea en el siglo XV, el área de laurisilva se ve reducida drásticamente como consecuencia del desmonte para su transformación en tierras de cultivo y la sobreexplotación forestal y ganadera. De esta manera se llegó a la situación actual en la que este ecosistema apenas cubre 17000 Has de superficie, localizadas en su mayor parte en zonas de difícil acceso, las cuales en su mayoría se encuentran intensamente alteradas, estimándose que tan solo en torno a las 6000 Has presentan un buen estado de conservación. Estamos pues ante un ecosistema que es doblemente reliquia, memoria viviente de tiempos geológicos pretéritos y testimonio histórico de la destrucción humana.
El monte gomero, santuario de la laurisilva canaria.
En el ámbito de las islas Canarias el área de laurisilva con unas condiciones de conservación más adecuadas para ser protegidas bajo la figura de Parque Nacional las reúne los montes que cubren las cumbres de la isla de La Gomera. Aquí se encuentra en una mancha continua sin fragmentar más de 5000 Has de laurisiva en un estado de conservación imposible de ver en el resto del Archipiélago. Hoy en día sabemos que aquí viven el 86 % de los árboles de laurisilva de Canarias con diámetros superiores a 60 cms, lo que quiere decir que en las montañas de esta isla se concentra la inmensa mayoría de los bosques maduros del Archipiélago, precisamente aquellos que todavía nos pueden dar una idea cabal de cómo fueron las primitivas selvas de Canarias. A la madurez y monumentalidad de estos bosques habría que añadir el interés de su variedad, puesto que también aquí se concentra el muestrario más completo de tipos de bosque diferentes que se dan en la laurisilva canaria y que son reflejo de la extraordinaria variedad de ambientes que se concentran en un territorio ciertamente pequeño. A todo lo anterior habría que sumar otros elementos como son la existencia de formaciones geológicas monumentales, ejemplificadas por Los Roques ó la presencia del sistema de cursos permanentes de agua mejor conservados de Canarias, cuyo intenso aprovechamiento en las Islas los ha convertido en uno de sus habitats más amenazados.
La convivencia de la sociedad gomera con su monte
Conocer el pasado nos ayuda a entender el presente y nos orienta como encaminar el futuro. El maravilloso estado de conservación con que ha llegado este espacio hasta nuestros días es el feliz resultado de una ejemplar convivencia a lo largo de los siglos entre la sociedad gomera y el monte. Esta no es una manifestación retórica de cara a la galería si no que es una apreciación que hace honor a la verdad histórica y hace justicia al pueblo gomero. Lo decía también el francés Verneau en su libro sobre sus cinco años de estancia en Las Canarias editado en 1891, “ Los habitantes de La Gomera no han seguido el ejemplo de sus vecinos y han respetado los bosques que cubrían la Isla”. En una isla predominantemente árida y sumamente escarpada como es La Gomera donde la tierra aprovechable para la agricultura era un recurso sumamente escaso y el hambre de tierras enorme como lo demuestran los miles de kilómetros de paredes de piedra levantadas por generaciones y generaciones de gomeros para crear espacio agrario donde cultivar, resulta extraordinariamente llamativo que montes donde se concentran algunos de los espacios más propicios para la agricultura se hubiesen librado de la transformación.
A pesar de ello el monte gomero no fue en absoluto un espacio marginal sino un territorio que jugó un papel central en la vida económica y social de la isla, y precisamente por ello la conservación fue posible. El monte se mantuvo durante siglos como el principal espacio comunal para el uso ganadero, principalmente rebaños de cabras y en menor medida de ovejas y cerdos. También el uso forestal tuvo una extraordinaria importancia, pues el monte fue la principal fuente de recursos energéticos y de madera en una isla absolutamente autárquica caracterizada por el aislamiento y una economía de subsistencia. Sin embargo, los usos durante siglos estuvieron sometidos a normas de conservación, especialmente en el caso de los aprovechamientos forestales. La corta a mata rasa estuvo siempre proscrita, las extracciones se concentraban en árboles caídos tumbados por los temporales y las áreas adyacentes a los nacientes de agua eran objeto de especial protección. De este modo la estructura forestal de bosque antiguo con árboles añosos pudo ser mantenida.
Otra función vital del espacio forestal fueron los aprovechamientos de agua. En el monte surgen los principales nacientes de la isla que aportan los caudales necesarios para el mantenimiento de la agricultura de regadío cuya importancia económica fue trascendental y alrededor de la cual giraron los mayores intereses y los mayores esfuerzos colectivos de organización para su ordenado uso. Esta relación directa a través del agua de los espacios forestales productores de agua y las tierras bajas de las desembocaduras de los barrancos, donde se asienta la mayor parte de la población insular y las tierras más valiosas de regadío, muestran con extraordinaria claridad la total dependencia del monte. Por otra parte, el hecho de que el monte fuese un espacio de uso cotidiano, transitado por personas y sus animales, donde pastores y carboneros pasaban buena parte de sus vidas, propició que el monte fuese uno de los escenarios donde de una manera muy esencial se forjó la identidad cultural del pueblo gomero.
No pretendemos con todo lo anterior presentar una imagen idílica y bucólica de la relación del gomero con su monte. Por supuesto que hubo intereses contrapuestos, usos incompatibles y agresiones que afectaron a su conservación. Sin embargo este carácter central del monte como espacio funcional, económico, identitario y sentimental ha prevalecido finalmente en lo esencial haciendo posible que nos haya quedado un inmenso legado natural.
La crisis del mundo rural y la creación del Parque Nacional de Garajonay.
A partir de la Guerra Civil tiene lugar en la isla una sucesión de hechos que cambia radicalmente la relación del gomero con su monte. En este momento la Administración Forestal del Estado comienza a implantarse en la isla, conviviendo y cooperando con los Ayuntamientos. Durante los años cuarenta del pasado siglo se toma una decisión trascendental como es la supresión del ganado con el fin de evitar la degradación del monte que se veía en ese momento fuertemente presionado por la explosión demográfica que vivía la isla desde comienzos del siglo XX. Esta decisión, llevada a efecto al amparo de una situación política propia de un régimen dictatorial, tuvo traumáticas consecuencias para las clases con menos recursos que dependían del monte. Esta situación coincide en el tiempo con atroces sequías y la puesta en regadío de la franja costera del sur de Tenerife que conduce a una emigración masiva de gomeros a la isla vecina y a Venezuela.
Durante los años sesenta entra en crisis la economía tradicional del monte con la generalización de los combustibles fósiles. También llega en esos años, propiciado por la Administración Forestal, un modelo de gestión forestal basado en las plantaciones con especies de crecimiento rápido para la producción de madera. Se inicia un importante programa de transformación que supone la implantación de coníferas a costa de la tala del monte nativo. La gran acumulación de residuos de las cortas del monte facilita que un gran incendio se propague. Se desata entonces una virulenta oposición a la transformación por parte de la sociedad gomera que veía peligrar el futuro de su monte. Aunque se consiguió detener la aplicación del programa, sobre las zonas ya afectadas se continuaron con las actuaciones de implantación de coníferas y se trazó una importante red de cortafuegos que creó considerables daños en el territorio. En los años posteriores surgen nuevas presiones sobre el espacio como son la construcción de vías de comunicación y otros equipamientos e infraestructuras. Asimismo en el año 1975 se abre una línea marítima rápida con el sur de Tenerife que estaba comenzando su despegue como gran centro de turismo de masas y que abre La Gomera al turismo.
Al mismo tiempo, empieza a reconocerse el gran valor del espacio y a escucharse voces pidiendo su protección. El ICONA, organismo responsable de la gestión de los montes se hace eco de estos planteamientos e inicia en el año 1974 los trámites para la creación de un Parque Nacional. La inestabilidad política de aquellos años paraliza esta iniciativa hasta el año 1981 en el que finalmente las Cortes Generales aprueban la creación de un Parque Nacional en los montes gomeros con la denominación de Garajonay.
La experiencia de gestión de Garajonay.
La creación del Parque Nacional de Garajonay supone el inicio de una nueva etapa en la que la conservación de la naturaleza tiene un especial protagonismo. Se plantea una nueva visión del espacio, recrear para el futuro un bosque virgen de nuevo cuño mediante la naturalización del sistema, permitiendo su evolución natural libre de interferencias humanas, aunque reconociendo plenamente que el ser humano esta presente y que el Parque es para su disfrute. Para ello se asume que la situación de partida, un bosque antiguo modelado por los usos tradicionales del pasado pero que mantiene una estructura y composición que lo acercan a un ecosistema prístino en aspectos esenciales, ofrece una oportunidad única para la viabilidad ecológica de este tipo de planteamientos. Por otra parte, la inexistencia actual de demanda de productos del monte es un privilegio que tiene nuestra sociedad actual para poder asumir socialmente esta nueva forma de gestión.
En ausencia de la explotación humana se advierte un notable dinamismo en la vegetación, especies raras antes arrinconadas por el diente del ganado a los sitios más inaccesibles ó sobreexplotadas por los aprovechamientos se encuentran en franca expansión, como ocurre con el cedro canario ó el barbusano. Las heridas del monte como ocurre en el caso de claros con suelo erosionado han ido cerrándose. El interior del bosque se va haciendo más tupido y especies fotófilas como el brezo ó el haya, en la actualidad las especies arbóreas más abundantes, favorecidas por un uso tradicional que mantenía unas condiciones de una cierta apertura de la bóveda forestal y producía la remoción del mantillo por el transito del ganado, empiezan a dar paso en muchos lugares a especies más umbrófilas que han aumentado considerablemente su presencia. Da la impresión que el mosaico natural de formaciones vegetales, posiblemente homogeneizado en el pasado por los aprovechamientos, se hace más evidente.
En cuanto a la fauna, especies emblemáticas como las palomas de la laurisilva han expandido notablemente sus poblaciones tras la prohibición de su caza y la progresiva recuperación de su hábitat, saliendo del riesgo de extinción en la que estaban inmersas.
En contraste con lo anterior, las zonas degradadas por las plantaciones de especies exóticas son objeto de un activo programa de restauración ecológica con el objeto de devolverles sus formaciones originales. Este programa que supone uno de los más importantes retos de gestión del Parque, y al que se destina una parte muy sustancial del presupuesto y de los medios, esta consiguiendo la recuperación de unas 500 Has de fayal brezal en la vertiente sur del Parque que, a pesar de lo limitado de la superficie, supone en el contexto de la laurisilva de Canarias una importantísima aportación. Pasadas más de dos décadas desde el inicio del programa, los resultados son ya patentes, con amplias zonas reconvertidas de nuevo a su vegetación natural en forma de un monte joven en rápida progresión. Estimamos que en la actualidad nos encontramos en torno al 70% de la ejecución del programa.
Recientemente, con motivo de la elaboración del Atlas Nacional de Especies Amenazadas, se ha venido a confirmar la importancia de Garajonay y su entorno más inmediato como Lugar de Interés para la Flora Amenazada, ocupando la segunda posición en todo el país. Garajonay alberga 22 especies de flora vascular incluidas en el Catalogo Nacional de Especies Amenazadas. Esto supone, sin duda, un gran reto de gestión. Los programas llevados a cabo en este campo, iniciados a comienzos de los años ochenta, nos muestran la complejidad que tiene la recuperación genética de poblaciones y especies, donde han de ir de la mano multitud de disciplinas como son la biología reproductiva, la demografía y dinámica de poblaciones, la genética, el manejo del hábitat, etc. Hasta el momento se ha trabajado con 12 especies, las más prioritarias, con resultados desiguales, satisfactorios en unos casos y en otros con efectos limitados que nos muestran las dificultades en este campo.
Garajonay ha servido también, con su status jurídico de protección, para poner freno a la implantación de importantes infraestructuras en su territorio que de no existir la potente figura de Parque Nacional hubieran modificado de forma sustancial e irreversible sus cualidades como espacio natural. Esta faceta poco conocida de Garajonay ha impedido, entre otros, la construcción de una importante presa en su interior, nuevas carreteras asfaltadas por lugares de imponente naturaleza ó ampliaciones de las existentes, tendidos eléctricos, la construcción de varios restaurantes, nuevos aprovechamientos de agua, etc. Con toda seguridad sin el amparo de la figura de Parque Nacional las cumbres gomeras no habrían podido mantenerse salvajes como en buena medida hoy lo están.
El incendio es la mayor amenaza para la integridad del ecosistema en Garajonay ya que puede destruir las estructuras forestales antiguas, imposibles de recuperar al menos en la escala de la duración de una vida humana. Además, se supone que el fuego no ha jugado un papel importante en la evolución del ecosistema al no existir fuentes naturales de ignición. Por tanto, la prevención y lucha contra el fuego es otro de los elementos fundamentales en la gestión del espacio haciéndose especial incidencia en la vigilancia, la prevención mediante el manejo estratégico y selectivo de la vegetación en torno a vías de comunicación, caminos y bordes del Parque y la disposición de medios humanos y materiales adecuados, en coordinación con los medios del Cabildo Insular de La Gomera, que tiene las competencias en este campo.
El conocimiento científico es otro aspecto esencial en la gestión de ecosistemas. La política científica del Parque esta orientada, en esencia, a conocer la composición, estructura y dinámica del espacio así como a obtener información relevante sobre aspectos relacionados con problemas concretos de gestión. En el momento de la creación del Parque apenas se disponía de información científica sobre el mismo. A lo largo de estos años se han desarrollado un importante número de proyectos de investigación en diferentes campos financiados con recursos del Parque y realizados por diferentes Departamentos Universitarios, que han supuesto un salto de gigante en el conocimiento científico del Parque. Otro aspecto ha sido el control de la actividad científica externa, que permiten rentabilizar la adquisición de conocimiento a favor del Parque. Por otro lado, teniendo en cuenta la lentitud de los procesos ecológicos y la imposibilidad de que las consecuencias de la gestión y los cambios en el ecosistema puedan ser abordados en proyectos científicos de corta duración, se ha implantado un programa de seguimiento que esta en funcionamiento desde el año 1993 y que con su integración en la gestión ha permitido elevar sustancialmente la calidad de la misma.
Canarias es un destino turístico de primer orden mundial lo que tiene unas implicaciones notables en la gestión de Garajonay. Aunque La Gomera no alcanza, afortunadamente, el grado de desarrollo de otras islas, su posición cercana a los centros turísticos de Tenerife la convierte en un satélite de esta isla en lo que concierne a las excursiones organizadas de un día. Además, el desarrollo de la planta turística de La Gomera no es desdeñable ya que supera las 8000 camas y con perspectivas importantes de crecimiento. El resultado es que en la actualidad Garajonay es el tercer Parque Nacional más visitado de España en relación con su superficie por detrás, como no, del Teide y Timanfaya. A esto hay que añadir el hecho de que la red insular de carreteras confluye en el Parque que de este modo se convierte en un lugar sumamente accesible de paso obligado. Estos condicionantes marcan de una forma muy determinante la gestión teniendo en cuenta la fragilidad del ecosistema. Partiendo de una realidad inamovible como es la dependencia insular del actual sistema de comunicaciones, el planteamiento de ordenación de los flujos de las visitas se basa en una zonificación que obligatoriamente es restrictiva, cubriendo las zonas de reserva vedadas al acceso del turismo una importante proporción del Parque con el fin de asegurar amplias zonas con el menor impacto humano posible. Otro de los fundamentos de la gestión es concentrar las visitas en las entradas del Parque y en torno a las vías de comunicación, mediante la creación de infraestructuras de acogida como aparcamientos, miradores, áreas recreativas y puntos de información, así como cerrando numerosas pistas de tierra al trafico rodado y algún área recreativa con el fin de evitar el acceso indiscriminado y propiciar un uso compatible con el mantenimiento de la tranquilidad. Asimismo se ha evitado la creación de infraestructuras pesadas en el interior del Parque, como ocurre en el caso del Centro de Visitantes. Por otro lado, se ha cuidado sumamente la conformación de una red coherente de senderos, evitando en la medida de lo posible lugares frágiles pero con el atractivo y variedad suficientes para propiciar en el visitante una experiencia fascinadora y la comprensión de este mundo forestal. Esto ha permitido que Garajonay se haya convertido en un reconocido destino mundial de senderistas amantes de la naturaleza.
Garajonay es también una escuela de naturaleza al aire libre, especialmente para la población local, hacia donde se vuelcan las energías educativas del Parque. Se pretende que las nuevas generaciones mantengan vínculos, afectos y compromiso con el territorio y que al igual que sus mayores se conviertan en socios de la conservación del Parque y de la isla. También se pretende que el Parque sea un espacio cultural donde los conocimientos y experiencias tradicionales amasadas por las generaciones anteriores sean transmitidos.
El Parque Nacional de Garajonay sigue teniendo, como en el pasado, una posición clave en la socioeconomía insular. Hoy en día se asiste a la terciarización de la economía insular en la que el turismo se ha convertido en el sector económico preponderante. No obstante, La Gomera sigue siendo un destino diferenciado y minoritario, demandado por visitantes en búsqueda de tranquilidad y naturaleza en la que el Parque Nacional aporta una parte sustancial de la imagen insular y ofrece unos atractivos naturales y una calidad en los servicios que inciden indirectamente en beneficio de la economía insular. Pero Garajonay también ha supuesto para la isla beneficio económico directo a través de las convocatorias de subvenciones de Parques Nacionales que contribuyen al desarrollo rural de su entorno en proyectos compatibles con su conservación. La creación de infraestructuras básicas para la mejora de la calidad de vida como redes de saneamiento, abastecimiento de agua potable, mejora de accesos, rehabilitación de patrimonio, mejora de la calidad de turismo rural, agricultura, artesanía, etc. han sido algunos de los sectores beneficiados. Por otro lado, la generación de empleo directo en las actividades del Parque supone una importante aportación a la fijación de la población y a la economía de las zonas rurales de la Gomera.
En suma, podemos decir que el Parque Nacional ha sido una realidad muy viva durante sus años de existencia. Su contribución a la conservación del ecosistema de laurisilva ha sido notable y sus aportaciones a la economía insular nada desdeñables. La gestión ha sido realizada buscando el consenso y su órgano de participación pública, el Patronato del Parque, ha servido de foro de discusión constructivo y útil para todos, donde algunos de los desencuentros más importantes han tenido una salida adecuada y aceptable para la mayoría y donde se ha podido defender cuestiones esenciales para la conservación del espacio.
Una misión para el futuro.
Los Parques Nacionales en España viven un periodo de transición como consecuencia de la próxima transferencia de su gestión a las Comunidades Autónomas. En el caso de Canarias la cuestión se complica por el importante papel que en la actualidad tienen los Cabildos Insulares en materia de conservación de la naturaleza. En cualquier caso, para que el Parque Nacional de Garajonay continúe desarrollando adecuadamente los fines para los que fue concebido es necesario que el nuevo marco garantice una gestión profesional, con un mínimo de independencia respecto a las presiones locales y los intereses del momento.
El área debe ser mantenida tan natural como sea posible. Se debe proseguir con la ingente tarea de renaturalización, recuperación de especies amenazadas y mejorar la prevención y extinción de incendios, entre otros. El Parque debe quedar libre de nuevas infraestructuras y actividades incompatibles con su naturaleza. Idealmente Garajonay debe ampliarse para integrar las más valiosas zonas de laurisilva que quedan fuera de su territorio, lo que supondría la incorporación de comunidades insuficientemente representadas en la actualidad así como numerosas poblaciones de especies amenazadas que mejorarían de esta forma sus posibilidades de supervivencia. Sería un Parque mucho más representativo y coherente que el actual que proporcionaría una conservación más integral del ecosistema. Pensamos que la actual coyuntura de abandono del campo y la disminución de presiones ligadas a los aprovechamientos humanos favorecen este tipo de planteamientos.
La ciencia debe seguir jugando un importante papel para proporcionar el conocimiento que las necesidades de gestión demandan, abordando los campos que todavía están insuficientemente cubiertos, así como reforzando los programas de seguimiento.
En el terreno de la gestión del uso público es necesario reforzar la complementariedad con las zonas circundantes, con el fin de derivar los flujos de visitantes hacia el exterior y reforzar la dimensión cultural en la experiencia de la visita. Es esencial también reforzar la colaboración con el sector turístico en aspectos como la mejora de la calidad de la visita en la excursiones guiadas, que mueven una elevada proporción del total de las visitas y condicionan en buena medida la imagen del Parque, el desarrollo del turismo rural en el entorno del Parque ó la búsqueda de alternativas para mejorar el beneficio local en los importantísimos flujos económicos que el sector turístico genera. En todo ello la implantación de la Carta Europea de Turismo Sostenible constituye a la vez una valiosa herramienta de trabajo y un gran reto para los próximos años.
Las ayudas al desarrollo rural deben proseguir aunque debemos repensar las formulas de aplicación con el fin de conseguir mayores sinergias en las iniciativas. También es necesario que se reconozcan las peculiaridades de Garajonay con una Zona Periférica habitada y un medio socioeconómico deprimido, a fin de conseguir mayores fondos destinados al desarrollo.
Mejorar la integración del Parque en su contexto territorial y socioeconómico es fundamental. Evitar los impactos procedentes del exterior precisa de planeamiento y sobre todo de compromiso para aplicarlo. El desarrollo socioeconómico compatible con la conservación del Parque y destinado a la mejora de la calidad de vida de los habitantes de su entorno necesita del acuerdo y la acción conjunta, potenciando la participación de sus protagonistas. La clave en todos estos aspectos esta en la cooperación, sumar voluntades para multiplicar los efectos.
En suma, el Parque Nacional de Garajonay necesita de una estructura organizativa acorde con el trabajo que queda por delante y una clara visión de futuro para que continúe siendo, a ser posible en una versión mejorada, un gran laboratorio natural, una fuente de prosperidad para sus vecinos, un lugar de inspiración y encuentro con la naturaleza y un santuario de vida.
Fuente: Ángel B. Fernández López.
Director Conservador del Parque de Garajonay