En el sucio rincón de una taberna fría y desmantelada, semejante a una lobrega caverna, Jorge, mi mas antiguo camarada, una noche lluviosa, nos decía furioso, hecho una sopa: tres meses ha que a la adorada mujer le juré: "no tomarme ni una copa". Ella, en cambio, portrandose de hinojos, jurome por la niña de sus ojos, serme fiel y constante en este mundo, y esta noche Dios mío, en que premura me he visto y en que potro, la encontré besandose con otro, mas no importa vosotros compañeros, que sabeis que yo pago la infamia como pocos caballeros, mi juramento cumpliré ¡ni un trago! y al decir esto, por su petaña rubia, brilló una gota que luego fue una lluvia, que rodó largo tiempo por su cara, y era verdad: en mas de treinta días, no habiamos logrado, en todas nuestras bellas alegrías, hacer beber al noble enamorado. Mas pronto en buen Jorge, irgiose altivo, diose un golpe en la frente y exclamó, a su pesar: ¡Para que vivo, si ella mintió! ¡Salud! ¡Dadme aguardiente! La copa alzó, brindo por el Dios Baco, lanzó una carcajada, y rodo por el suelo como un saco, rigido y mustio el joven Camarada, grande fue la sorpresa, en un momento estuvo en nuestros brazos: al ver tan expresión de sentimientos, en aquel corazón hecho pedazos. Un médico, gritamos, por ventura un médico pasaba, entro, tocole el pulso con premura, y en tanto que a su faz infulas daba, exclamó alegremente, esto no es nada, Nada... ¡Pobre muchacho! Que le traigan café mientras reposa y lo dejen dormir ¡¡¡¡¡¡ESTA BORRACHO!!!!!! Autor: Carlos Herrera |