Septiembre noche del diez
adonde le llaman La Laja,
se abrió de fuego una fraja
que a contar voz pegaré.
Como a eso de las diez
de la noche en su aposento,
en voz de reclutamiento
al fuego me incorporé
En esta noche del diez
por una mano atrevida
en La Laja se encendía
una zona de Pinar.
Que sin poder controlar
se abría con gran anchura
y sin demora ninguna
fue a Las Nieves a parar.
Sin poderse dominar
la carretera cruzó
el piche se derritió
hasta las piedras ardían.
Sin daño y sin avería
a la ermita la dejó
esto es premisión de Dios
del sacramento divino
ir el fuego en su camino
ni a la plaza la dañó.
Hasta La Laja llegamos
dando colaboración
por orden de Don León
a Peraza nos marchamos.
En la zona desplegamos
con la gente preparada
por las fuertes llamaradas
aquel campo abandonamos.
A Jerduñes y Vegaipala
fuimos corriendo a avisar
para noticias llevar
y recoger los ancianos.
A Benchijigua llegamos
alarmando a los vecinos
retornando por el camino
a Agando nos trasladamos.
Cuando a la zona llegamos
Don José nos advertía
que a Ojila nos conducía
Cubas y Maximiliano.
Fue el día once temprano
las ocho de la mañana
el frescor nos engalana
por la mañana sombría
pero nadie conocía
la dirección de las llamas.
Todo el mudo movimiento
una amplia trocha se abría
pero nadie entendía
que dirección tiene el viento.
Un disparo de momento
en Casa Manco se halló
un ángel nos liberó
para poder hacer el cuento.
Todo se quedó encendido
que nada se puede ver
muchos se echan a correr
sin conocer paradero
por no saber un sendero
para poderse defender
en amargo padecer
porque es amable la vida
viendo las llamas que ardían
tras nosotros correr.
Con ochenta compañeros
yo me logré escapar
corriendo por el canal
a salir al Bailadero.
Y aquellos que no quisieron
aceptar mi compañía
les vino a costar la vida
que ni recordarlo quiero.
Como jefe de cuadrilla
yo cumplía un reglamento
sin apartarme ni un momento
de los padres de familia.
Pensaba con gran diliria
en los que estaban soltero
a los que salvarles quiero
del incendio de La Villa.
Muchos estaban en Ojila
se hallan barranco adentro
cumpliendo su reglamento
para el siniestro dominar.
Que iban a peligrar
les vino al pensamiento
al ver el cambio de viento
que al fuego le da el favor
un milagro del señor
pa ponerse en salvamento.
Cuando a la una se halló
ya el rumor de los quemados
sin un dato asegurado
las víctimas que dejó.
El gobernador cayó
junto con sus compañeros
que salvarse no pudieron
las llamas los atrapó.
El delegado cayó
pero gravemente herido
cuando en las llamas sebido
la ropa se la quitó.
El presidente se halló
dando gritos lamentables
aclamando por la madre
y encomendándose a Dios.
Muchos que están auxiliando
mora su mala suerte
que les espera la muerte
en la Gollada de Agando.
Sin saber cómo ni cuándo
era su destinación
el quedar como carbón
dentro las llamas luchando.
Toda la madre que mandó
su hijo al Roque de Agando,
se encontrará suspirando
por los seres que perdió.
Y todo aquel que sufrió
llagas en su cuerpo humano
si se encuentra salvo y sano
que le dé gracias a Dios.
Quedan las huellas marcadas
por esta ola maldita
fue que la virgen bendita
no les ayudó con nada.
Todas las madres amadas
viendo las llamas que arrasan
salir su hijo de casa
y entrar ceniza más nada.
Sigue el fuego su destino
sin poderlo dominar
y el doce sin parar
le cortamos el camino.
Porque todos acudimos
por nuestro suelo gomero
para salvar con esmero
nuestro Parque Nacional,
donde se van a recrear
españoles y extranjeros.
Gracias a los militares
abrazos a los bomberos,
no tenemos los gomeros
para este favor pagarles.
Los aviones llegan tarde
cumpliendo con su deber
pero viene a suceder
lo que ya todos sabemos
ya que mañana leeremos
en el diario lo de ayer.
Veinte víctimas costó
este incendio del que hablamos
lo que nunca averiguamos
qué verdugo lo pegó.
Que sin pensar destruyó
nuestros bosques naturales
cobijo de los torcales
que se hallan dentro las ramas
de las frondosas retamas
que adornan sus manantiales.
Hay viudas que amargamente
lamentan a sus maridos
pensando lo que han perdido
con sus tristes inocentes.
Quien les trae diariamente
el dulce pan al hogar
podernos acariciar
y amarnos mutuamente.
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