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El tambor gomero

Subido el 26/03/2011

El tambor gomero pena
con un arrastre de arena


El tambor gomero pena
y no lo puede evitar.
Tiene un lento caminar,
con un arrastre de arenas.
Una infancia de condenas:
de señores marginado,
largo tiempo relegado
a mendigos y sirvientes,
a la más humilde gente
que habitaba este condado.

Como dientes de una sierra,
pasaron siglos de esclavos,
gente vil y hombres bravos,
pasaron pestes y guerras.
Se fue adaptando a esta tierra
aquel tambor inmigrante:
de roques tomó el talante;
de Argodey, la figura;
de los barrancos, la hondura;
de La Laguna, el semblante.

El tambor gomero suena
con un zumbar de colmena


El tambor gomero suena
con voz profunda y cascada,
con una voz desgarrada
como el zumbar de colmena.
De estirpe antigua y ajena,
nació lejos; fue adoptado;
ayer, humilde; hoy, señero.
Adquirió su propio ser
y el orgullo de saber
que es corazón de gomeros.

Cilindro de aro doble,
de doble parche y clavija
y una cuerda que se fija
sobre su cara más noble.
Con fortaleza de roble
mantiene firme el compás
“pa” bailar de “alante” atrás
y vuelta de atrás “alante”,
como marea constante
que ya viene, ya se va.

Pozo de ritmo, historia,
referente escarnecido,
de La Gomera latido,
identidad y memoria.
De la derrota a la gloria,
del dolor a la alegría,
tu camino desafía
a continuar la faena
mientras las chácaras truenan
y el silbo sabe a folías.


El tambor gomero llama
con cadencia de campana


El tambor gomero llama,
con su toque escanciador,
al viejo romanceador
que verso a verso proclama
viejas historias, y reclama
al coro de cantadores.
Las chácaras, surtidores
de resonancias viajeras,
y el silbo avienta en las eras
la danza de los amores.

Lleva guardada en su seno
toda la magia del baile,
la sobriedad de los frailes,
y el ritmo pausado y pleno.
Ningún sentimiento ajeno
le resulta indiferente,
pues conoce de la gente,
por su propio devenir,
lo mucho que hay que sufrir
para ser fruto y simiente.


Cuando los tambores cantan
La Gomera se levanta


El tambor gomero canta
la libertad que sostiene
y el valor que lo mantiene
se hace fuerte en su garganta.
Convoca a todos y planta
con su voz una bandera
para que la isla entera
sea el eco de su canto,
para que resuene tanto
que retumbe La Gomera.


Oswaldo Izquierdo Dorta

La Laguna, febrero de 2011

 

 


INTRODUCCIÓN A LA LECTURA DE “EL TAMBOR”

El poema que voy a leer, escrito recientemente en homenaje a una de nuestras señas de identidad, el tambor, no está incluido en el libro “Cuencos Sonoros y Otros Poemas”, editado por el Centro de la Cultura Popular Canaria, con la colaboración del los Cabildos de La Gomera y de La Palma.
La primera elección, ante el reto de escribir un poema, es la métrica, que puede decidirse previamente o que puede irse formalizando según lo pida su desarrollo.
Para la construcción del poema dedicado al tambor gomero, he empleado la décima o espinela, encaje de dos redondillas y dos versos de enlace. Esta estrofa, atribuida a Vicente Espinel, ha sido utilizada por poetas cultos y populares, especialmente para describir y para contar; pero también se ha empleado para rezar, vean la conocida oración “Bendita sea tu pureza / y eternamente lo sea, / pues todo un Dios se recrea / en tan graciosa belleza...”; y, sobre todo, para cantar.
Me he propuesto describir el tambor, contar su historia y, sobre todo, cantar lo que significa como referente isleño, estrechamente vinculado a las chácaras y al baile más ancestral.
Los instrumentos de percusión han ocupado, a lo largo de la historia, el escalón más bajo en el universo de los utensilios musicales; han gozado de menos consideración artística y social. Su uso estuvo, durante siglos, relegado a las clases más humildes.
En La Gomera, la alta mirada del silbo, pastorea los referentes insulares: tambor, chácaras y baile; roques, Órgano y Fortaleza; Garajonay, El Cedro, Las Lomadas, los barrancos, las cumbres y Los Valles.
El silbo, que salta barrancos sin caerse; que atraviesa la lluvia sin mojarse; y que se adentra en la niebla sin perderse.

* Poema leído en la iglesia de San Pedro (Hermigua), con motivo del IV Centenario de la fundación del Convento de los Dominicos, y en el Auditorio de San Sebastián de La Gomera, en un acto poético-musical desarrollado por Guillermo González y Oswaldo Izquierdo.
 

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